jueves, 5 de junio de 2014

El Abandono de La Lucha Armada


Para 1988, AVC ya había sido derrotado como organización insurgente. Su fracaso no tenía que ver con los pocos militantes o armas. En estricto sentido, una derrota no se define por la aniquilación de las fuerzas combatientes sino por la incapacidad de éstas para continuar con una acción bélica autónoma y esto le pasó a AVC.

Según el criterio de la investigadora de este trabaja, el AVC, tuvo tantos comandantes, militantes, simpatizantes, muchos de estos se autodenominaron como tales, sin ni siquiera pertenecer al grupo, una vez en manos de sus “auténticos” comandantes y militantes, AVC llevó sus contradicciones al extremo, imaginándose que el simbolismo político era expresión de la existencia de un proyecto político.

La dejación de las armas no emergió como una decisión de toda la militancia alfarista. Aquella comenzó a fraguarse mediante contactos informales entre los futuros miembros del gabinete socialdemócrata y los auténticos alfaristas encarcelados en Quito y Guayaquil. Por ello, éstos debieron recurrir a múltiples artificios para desenvolverse en la incómoda situación. Utilizando la amenaza de reiniciar acciones combativas, los auténticos comandantes intentaron mantener algún nivel de control sobre los militantes clandestinos que todavía perseveraban en sus pretensiones revolucionarias y, también, intentaron negociar soluciones individuales relativamente satisfactorias y rentables con el gobierno de Borja.

En ese contexto, a mediados de 1989, se inscribe aquella frase según la cual “cuando Febres Cordero entregue sus armas, nosotros entregaremos las nuestras”, una declaración francamente falaz si se considera que, según los documentos de la última conferencia nacional clandestina, AVC no disponía de una sola arma en 1987, haya o no tenido AVC las armas entregadas en una ceremonia pública en la Plaza de San Francisco, lo importante fue “el gesto”.

La autora de este trabajo cree que por primera vez en la historia moderna de las organizaciones clandestinas ecuatorianas, la clase política pudo presentar a la desarticulación de un intento subversivo como consecuencia de las supuestas virtudes del convivir republicano en nuestro país, una “isla de paz”. Este tamaño favor le hicieron los auténticos ex guerrilleros a una democracia oligárquica.

A su vez, y al menos por unos cuantos meses, la dejación de las armas les permitió a los caudillos de AVC mantenerse en la escena política nacional protagonizando el momento, por efímero que éste fuese. Por aquel entonces, con la audacia característica de quienes aspiran a convertirse en diputados aprovechando el capital mediático acumulado en el pasado, los auténticos alfaristas prometieron seguir siendo los mismos de siempre porque la ausencia de armas no le quita al movimiento su carácter subversivo.

A tal efecto, en un infructuoso intento por iniciar carreras políticas creando su propio partido, el 1ro. De mayo de 1989 aquellos desfilaron por las calles de Quito cubriéndose los rostros con pañuelos al estilo “subversivo”. También establecieron la “Casa del Militante”.

Con el transcurso de los meses, los auténticos alfaristas desaparecieron de la escena pública. Su innovador movimiento o partido nunca llegó a concretizarse. Ninguno de los históricos personajes logró convertirse en un organizador social destacado, en un líder de opinión o en un político exitoso, hasta que en el actual gobierno, con el Presidente Rafael Correa, y siendo parte de su partido político Alianza País, algunos de los personajes mencionados en este trabajo, han sido parte importante dentro de los ministerios y secretarías de este régimen.

Con  posterioridad  al  acuerdo  alcanzado  con  el  gobierno  socialdemócrata  en  marzo  de 1989, AVC comenzó a hacer política sin transgredir el ordenamiento jurídico vigente con acciones susceptibles de ser tipificadas como subversivas.

Al parecer, los miembros de AVC precisaron que el proceso de dejar las armas lo iban a realizar a través del Parlamento Andino, el 26 de febrero de 1994, mediante un acto público. Este hecho cerró formalmente la historia de una guerrilla inconclusa, acontecimiento que fue precedido por una misa de acción de gracias oficiada por el propio Arzobispo de Quito.

El día de la entrega de armas, los más de 200 ex guerrilleros presentaron unas cajas cerradas cuyo contenido no fue visto ni tampoco contabilizado, exceptuando unas cuantas cajas abiertas a manera de muestra   para   ser   destruidas,   pero   este   acontecimiento   no   se   pudo   efectuar completamente, pues el dispositivo triturador no función correctamente, por ello, las armas fueron entregadas a la Iglesia Ecuatoriana con el propósito de que se fundieran como material para un monumento por la paz.

Patricio Baquerizo, quien fue militante de AVC, aseguró que los miembros del grupo no dejarían las armas porque esta organización no cuentan con ellas, “las armas que van a entregar han sido compradas por el Gobierno, además, afirmó que Pedro Moncada y los demás dirigentes de la agrupación recibieron 5 millones de sucres en el mes de abril de 1990 y 7 millones en el mes de mayo como resultado de una “negociación de dinero en la cual ellos en primera instancia pidieron un millón de dólares para la entrega de armas y posteriormente llegaron al acuerdo de los 200 millones de sucres”, [1] lo cual para Baquerizo conllevó a la división de la agrupación.

Desde que se empezó la investigación de este trabajo, se menciona que el olvido es un recurso de poder. Por eso, cuando admiten la existencia histórica de AVC, la  televisión  y  la  prensa  prefieren  difundir  reportajes  centrados  en  las  vivencias subjetivas de los entonces jóvenes insurgentes, convirtiendo a sus acciones, palabras o pensamientos  en  hechos  con  poca  o  ninguna  relación  con  el  país  que  existía. Sin embargo en la actualidad, la Asamblea Nacional Constituyente, ha sido parte de un momento histórico que como se manifestó con anterioridad, solo la historia juzgará pues, en un Acto memorable, se condecoro a Arturo Jarrín como uno de los personajes históricos notables de este país.



[1]TERÁN, Juan Fernando, Op.Cit., p. 89

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