Al hablar de este personaje, la autora de esta investigación, lo resalta
como el más importante de los miembros de la agrupación, pues fue el mentalizador, organizador,
número uno y Comandante General desde la constitución de Alfaro Vive
Carajo.
Nació en Quito en 1957, soltero, de instrucción superior, pues estudio
hasta el cuarto año de Sociología en la Facultad de Jurisprudencia de la Universidad Central del Ecuador.
A fines de 1982 varios grupos de extrema
izquierda trataban de aglutinarse en uno solo que recoja la ideología de todos
y es cuando, en una denominada Primera Conferencia Nacional, representantes de
todos estos grupos deciden conformar una organización a la que dieron el nombre
de ALFARO VIVE CARAJO, siendo nombrado como Primer Comandante General, Ricardo
Arturo Jarrín Jarrín, a quien se le encomendó personalmente el frente político
militar.
En
la madrugada del 15 de junio de 1984, un día después del asalto, Arturo Jarrín
se dirigió a la casa de seguridad de Cotocollao, al arribar al inmueble se
percata que el lugar ha sido visitado con anterioridad por el rebullicio que
pudo evidenciar; la vivienda había sido allanada horas antes por agentes de la
Policía.
A
su ingreso fue arrestado por agentes que habían montado guardia en el interior
del domicilio, siendo víctima de golpes y maltratos. Jarrín fue trasladado a
las instalaciones del SIC donde, según narra, fue torturado por agentes de la
institución.
“Luego
de algunos golpes con tolete, cacha de revolver, puños por todo el cuerpo, y
luego de muchas descargas eléctricas con un aparato que no sé cómo se llama, me
tira al suelo”[1].
Jarrín
fue sentenciado a 6 años de cárcel, sin embargo, su salida no se dio de forma
legal, pues Marco Troya, militante del grupo, fue el responsable del operativo
“Plan Fuga”, en donde se liberó a Arturo Jarrín junto con Rubén Ramírez, Hammet
Vásconez y Manuel Cerón del ex Penal García Moreno. Troya y varios compañeros más cavaron durante
8 meses un túnel de 300 metros hacia el interior del centro penitenciario. Con
ese objetivo, miembros de AVC se encargaron de encontrar una casa muy cercana
al Penal, desde donde se construiría el túnel. En el inmueble se colocó un
negocio de venta de papas para justificar la tierra que salía y que cada vez
era mayor.
Marco
Troya, autor del plan, relata cómo se efectuó el trabajo para llegar desde el
exterior al ex Penal García Moreno. “De aquí sacábamos la
tierra y poníamos la tierra apilada, íbamos sacando poco a poco la tierra como
que fueran papas, empezamos los dos: la compañera, yo y un compañero, pero
cuando ya se hizo el túnel, entre más lejos estaba de sacar la tierra, tuvimos
que seguir pidiendo compañeros”[2]
El ex líder de AVC y sus
compañeros estuvieron atentos cuando se empezó a abrir un hueco en el piso del
patio de la cárcel. Lo que logró la liberación del número uno de AVC.
A raíz del secuestro del banquero de origen libanés Nahím Isaías en el
mes de agosto de 1985 por elementos del grupo armado ecuatoriano Alfaro Vive
Carajo (AVC) y del grupo armado colombiano M-19, y la posterior muerte del
secuestrado en un intento de las fuerzas públicas por liberarlo un mes más
tarde en la ciudad de Guayaquil, el Gobierno ecuatoriano, encabezado por el
ingeniero León Febres Cordero, inició una ofensiva contra los grupos
subversivos en el país.
Si
bien es cierto, desde el inicio mismo de su mandato, Febres Cordero manifestó abiertamente que
una de las políticas de Estado era la lucha contra lo que él denominaba
“terrorismo”, la muerte de Isaías, quien fuera su amigo personal, hizo que las
cosas se radicalizaran en ciertos niveles.
El mismo
Febres Cordero, en
declaraciones realizadas cierto
tiempo después de culminar su período presidencial, explica
que “con mis colaboradores más allegados, la Policía Nacional, las Fuerzas
Armadas -en momentos de excepción, con asesoría nacional e internacional, dimos
la gran batalla y vencimos... se destruyó la cúpula subversiva... se
desarticuló a Alfaro Vive y Montoneros Patria Libre... se localizaron las casas
de seguridad desde donde esa gente operaba”.
“Se detuvo a la mayoría de ellos, mientras que otros cayeron en la lucha
con los agentes del orden... eso es lo que se obtuvo, ecuatorianos, con el uso
reservado y secreto, pero legítimo y eficaz, del dinero de la donación hecha
por el Banco Central al Gobierno Nacional”[3].
Así
pues, se dieron algunos hechos que denotaban el afán del Gobierno por parar las
acciones del grupo armado Alfaro Vive Carajo (AVC). Una de las acciones más
destacadas fue la aparición en medios de comunicación en el tramo final del año
1985 de anuncios mediante los cuales se ofrecía una recompensa a las personas
que pudieren brindar información que conllevare a la detención de varios
elementos, quienes eran catalogados,
a más de
delincuentes comunes, como
terroristas. Así, la
lista era encabezada por Ricardo
Arturo Jarrín, y entre los buscados también figuraban Fausto Basantes, Hammet
Vásconez, Edgar Frías y Justina Casco, esta última esposa de Frías y, al
parecer, ajena al grupo.
Producto
de esta campaña, que se podría catalogar de persecutoria por parte del Gobierno
de aquel entonces, hacia quienes consideraban terroristas, se comenzaron a
suceder muertes de varios de los miembros importantes de la agrupación.
Primero,
la muerte de Fausto Basantes, cercano a Jarrín y al mando central de AVC en
enero de 1986 a manos de la Policía, en lo que, a decir del grupo, se trató de
una emboscada producto de una denuncia.
Siguió
la muerte de Ricardo Merino, alto dirigente de AVC y líder en la zona sur del
país, tras una incursión policial en su domicilio en un sector residencial de
Cuenca.
Más
adelante la muerte de otro principal del Comando Central, Hammet Vásconez en
septiembre del mismo año en un enfrentamiento con las fuerzas públicas junto a
varios de sus compañeros, lo que daban a entender que las cosas, por parte del
Gobierno y Policía, tenían un tinte definitivo en lo que respecta al grupo
armado y las acciones en su contra. Las amenazas de Febres Cordero se cumplían
y la sangre quedaba en el camino como muestra clara de aquello. [4]
Estas
muertes de dirigentes principales del grupo, a lo que se sumaban detenciones
reiteradas de otros miembros, eran un golpe fuerte para los cimientos de AVC.
En esa medida, Ricardo Arturo Jarrín Jarrín se convertía en uno de los hombres
más buscados del país por lo que vivió en la clandestinidad.
Esto
hace que el líder de AVC se plantee la posibilidad de salir del país y buscar
refugio, al menos momentáneo, en el extranjero, desde donde podría hacer
gestiones a favor del grupo y, a la vez, escapar de las persecuciones que sus
compañeros vivían en el Ecuador.
Es
así que en los últimos días del mes de septiembre de 1986, Jarrín, junto a
otros miembros del grupo, tenían listo un viaje que concluiría en Europa, la
ruta trazada era salir por la frontera terrestre con Colombia y llegar hasta
Panamá, desde donde Jarrín abordaría un vuelo que, tras hacer escala en
Ámsterdam, lo trasladase hasta la ciudad de Belgrado en Serbia.
Sin
embargo, previa a esta operación en que Jarrín debía salir del país, existe un
antecedente relevante para remitirse a lo sucedido. Según cuenta la misma Rosa Mireya Cárdenas, ella había realizado ese mismo año 1986 un viaje previo con Jarrín a Panamá para participar en un congreso representando al grupo armado y, se pudo evidenciar, a su parecer, las buenas relaciones que tenían los gobiernos de ambos países (Ecuador y Panamá), liderados en ese entonces por León Febres Cordero y el general Manuel Antonio Noriega, respectivamente. Y agrega a ello la participación directa de la Policía en tareas coordinadas entre ambos países.
antecedente relevante para remitirse a lo sucedido. Según cuenta la misma Rosa Mireya Cárdenas, ella había realizado ese mismo año 1986 un viaje previo con Jarrín a Panamá para participar en un congreso representando al grupo armado y, se pudo evidenciar, a su parecer, las buenas relaciones que tenían los gobiernos de ambos países (Ecuador y Panamá), liderados en ese entonces por León Febres Cordero y el general Manuel Antonio Noriega, respectivamente. Y agrega a ello la participación directa de la Policía en tareas coordinadas entre ambos países.
Ante
las circunstancias antes descritas, Ricardo Arturo Jarrín tuvo previsto salir
del país en el mismo mes de septiembre. La idea era de viajar acompañado por
varios miembros del grupo que, por una u otra razón, también debían salir del
país, ellos eran Fabián Moreno, Luis Román Chávez, Alberto Torres y Leonardo
Vera.
Dado
que era uno de los hombres más buscados del país, Jarrín se movilizaba con
documentos falsos y, por tanto, otra identificación: la de Milton Cervantes
Suárez, misma que fue provista por el también miembro de AVC y que iba a viajar
con Jarrín, Fabián Moreno. Por temas de logística, Jarrín se adelanta en el
viaje al resto de sus compañeros y tiene sellado el pasaporte de salida del
país en la frontera terrestre entre Ecuador y Colombia el día 22 de septiembre
de 1986.
Siguiendo
instrucciones, los otros cuatro elementos de AVC cruzan sin problema la
frontera y llegan
a la ciudad
colombiana de Ipiales
el 27 de septiembre,
e inmediatamente se ponen en contacto con Arturo Jarrín, tras lo cual se
alojaron en un Hotel de esa ciudad. Al día siguiente, 28 de septiembre,
Fabián Moreno tiene que hacer una diligencia con su pasaporte en el control migratorio del Puente Rumichaca y se dirige hasta allí acompañado de Luis Román Chávez.
Fabián Moreno tiene que hacer una diligencia con su pasaporte en el control migratorio del Puente Rumichaca y se dirige hasta allí acompañado de Luis Román Chávez.
En
el momento en que Moreno y Chávez llegan al destacamento migratorio en el
Puente de Rumichaca son apresados por elementos civiles de la Policía. Poco
tiempo después de esto, en un operativo conjunto entre fuerzas ecuatorianas y
colombianas, se permitió dar con el hotel donde se alojaban los hombres del
grupo armado, quienes también fueron apresados y trasladados a un recinto
militar.
Al
tiempo, Jarrín se encontraba volviendo al hotel donde habían apresado a sus
compañeros, pero al poco de llegar fue alertado por un hombre del M-19, quien lo
resguardó en su domicilio mientras buscaron la forma de solucionar los problemas y que él pueda trasladarse hasta Panamá como estaba trazado el plan.
compañeros, pero al poco de llegar fue alertado por un hombre del M-19, quien lo
resguardó en su domicilio mientras buscaron la forma de solucionar los problemas y que él pueda trasladarse hasta Panamá como estaba trazado el plan.
Ante
esto, Jarrín decide arriesgar y encaminarse por vía terrestre y marítima hasta
Panamá con los documentos que portaba, es decir, la identidad de Milton Cervantes Suárez. El pasaporte que llevaba consigo, registra su entrada a territorio panameño el 7 de octubre de 1986. Desde que llegó a Centroamérica, Jarrín estuvo acompañado de forma permanente por altos miembros del M-19 en Panamá, ellos eran, Carlos Pizarro y Antonio Navarro Wolf.
Panamá con los documentos que portaba, es decir, la identidad de Milton Cervantes Suárez. El pasaporte que llevaba consigo, registra su entrada a territorio panameño el 7 de octubre de 1986. Desde que llegó a Centroamérica, Jarrín estuvo acompañado de forma permanente por altos miembros del M-19 en Panamá, ellos eran, Carlos Pizarro y Antonio Navarro Wolf.
Jarrín
intentó primero ir a Cuba junto a los miembros del M-19 con los que se
encontraba para que, desde allí, su salida al viejo continente tuvieron menos
contratiempos; sin embargo, se le niega la visa a aquella isla del Caribe y
permanece en Panamá.
Según
información de miembros del M-19, el viernes 24 de octubre, Jarrín indicó que
debía salir a cumplir con una cita acordada con anterioridad y pidió
expresamente ir solo, dejando de lado las reglas de seguridad
que regían entre los subversivos, de salir siempre acompañados. A raíz de esta
salida, se pierde la pista de Jarrín.
Cabe
indicar en este punto que, según publicaciones de prensa, días antes de que se
produjeran los hechos que terminaran con la muerte de Jarrín, en la ciudad de
Quito había sido capturada Lidia Caicedo Bravo quien, se asegura, era
conviviente de Jarrín en aquel entonces. Al parecer, y remitiéndose nuevamente
a información de la prensa ecuatoriana, Caicedo habría entregado a la Policía
en sus declaraciones información clave que determinó el seguimiento de la pista
de Jarrín hasta Panamá. De regreso al relato, y, según información recabada de
varias fuentes, Jarrín salió ese día viernes 24 de octubre de 1986 a cumplir
una cita que, al parecer, habría sido con un alto delegado del Gobierno de
Libia en un restaurante de la ciudad de Panamá y, posterior a esto, se habría
dirigido a un centro de llamadas telefónicas (en ese entonces solo existían en
Ciudad de Panamá dos lugares para hacer una conexión telefónica internacional)
y allí fue capturado, aparentemente, por un miembro de la Guardia Nacional de
Panamá por ordenes de un alto mando de aquel país, el coronel Bernardo Barrera,
en aquel entonces jefe del G-2.
En
declaraciones recogidas por la Comisión de la Verdad en Panamá a Quinteros,
este señala que “…viernes veinticuatro de octubre. A eso de las dos de la tarde
me comunica el coronel Barrera que había mandado varios grupos de vigilancia a
ver si lo localizan a un jefe de una unidad guerrillera que se encontraba aquí,
en Panamá”[5].
Dado
que estos “grupos de vigilancia” no dieron con la pista de Jarrín, Quintero
comenta que el coronel Barrera le ordena a él exclusivamente seguir la pista
del líder del grupo armado ecuatoriano,
aunque asegura que en aquel momento no conocía que se trataba de Jarrín.
De
ahí se desconoce cuál fue el destino de Arturo Jarrín ya en Ecuador, no
obstante, sus familiares manejan la hipótesis de que fue torturado desde su
llegada al país, es decir, el sábado 25 y domingo 26 hasta horas de la noche,
ello, por las múltiples huellas que, según su madre, Beatriz de Jarrín,
constató cuando le entregaron el cadáver del ex líder de AVC y que fueron
denunciadas durante el juicio político seguido por el Congreso Nacional en
contra del ex ministro de Gobierno, Luis Robles Plaza.
La
madre de Arturo Jarrín denunció ante los legisladores que “le detuvieron a mi
hijo y yo no sé en donde le torturaron, porque yo como madre, tuve el cadáver
de mi hijo entre mis brazos y vi en su carita los amoratados, vi la seña de la
tortura. En las muñecas tenía las señas de las esposas. Aquí en las fotos
pueden ustedes presenciar el sinnúmero de disparos que
tiene, en la
forma como lo
acribillaron y torturaron;
no hubo el enfrentamiento en Carcelén”[6].
En
esa misma declaración ante el Congreso Nacional, al ser consultada sobre las
razones que le hacen presumir que Arturo Jarrín no falleció en un
enfrentamiento, la madre de este señala que:
La
hipótesis de que no hubo enfrentamiento en Carcelén entre Jarrín, dos
subversivos más, y miembros de la Policía Nacional, producto del cual
presuntamente falleció el ex líder de AVC, es corroborada años más tarde con la
versión de la testigo presencial Martha Eufemia Jijón Rodríguez, en declaración
rendida ante la Comisión Ecuménica de Derechos Humanos y posteriormente
protocolizada en la Notaria Quinta del Cantón Quito, el 17 de octubre de 1996,
por pedido del doctor Víctor Granda, abogado de la familia Jarrín. Jijón vivía
en la Plazoleta de Carcelén, lugar donde Arturo Jarrín encontró la muerte, la
testigo indica que la noche del domingo 26 de octubre, mientras se
encontraba observando un programa de televisión, escuchó varias detonaciones de disparos que sucedían en las inmediaciones de su domicilio, por lo que, con curiosidad, se acercó a una de las ventanas de su dormitorio y pudo observar a la distancia “a una persona que se encontraba parada en las gradas de acceso a las casas y con los brazos hacia abajo, puesto que el sector está muy bien iluminado se distingue todo a la perfección y la persona se encontraba a no más de treinta metros”[7].
encontraba observando un programa de televisión, escuchó varias detonaciones de disparos que sucedían en las inmediaciones de su domicilio, por lo que, con curiosidad, se acercó a una de las ventanas de su dormitorio y pudo observar a la distancia “a una persona que se encontraba parada en las gradas de acceso a las casas y con los brazos hacia abajo, puesto que el sector está muy bien iluminado se distingue todo a la perfección y la persona se encontraba a no más de treinta metros”[7].
Según
se detalla en el parte policial del 27 de octubre de 1986, miembros de la
Policía Nacional se encontraban de patrulla en el sector de Carcelén a las
22h30, pues contaban con información de que en aquella zona existía una casa de
seguridad de Alfaro Vive Carajo (AVC).
Al
llegar a la plazoleta de la ciudadela divisaron a tres sujetos que caminaban en
forma sospechosa y mirando a todas las direcciones, lo que despertó el interés
de los gendarmes acercándose a los sospechosos, al tiempo de reconocer entre
ellos a Arturo Jarrín Jarrín, debido a las constantes fotografías que se
publicaban en el periódico y porque ya había estado detenido una vez.
En
dichas circunstancias se produjo un cruce de balas entre policías y
sospechosos, quienes disparaban mientras se alejaban, pero uno de ellos cayó al
piso, huyendo los otros dos sujetos y desapareciendo en la oscuridad de la noche.
Al
acercase al hombre caído, se dan cuenta que se trata de Arturo Jarrín Jarrín,
observando que tenía impactos de proyectiles en su cuerpo, lo embarcaron en la
camioneta para llevarlo a una casa de salud pero que en el trayecto se constató
su deceso, por lo se procedió a llevarlo a la morgue.
En
base a la investigación realizada, se determina que existen elementos que
restan veracidad a la versión oficial de la Policía Nacional sobre el presunto
enfrentamiento en que se dio muerte al líder máximo de Alfaro Vive Carajo
(AVC), Arturo Jarrín, en Quito. Con el pasar de los años se ha ido aportando
nuevas pruebas que encaminan a la posibilidad de que Arturo Jarrín, días
previos a su muerte, estuvo en Panamá, fue capturado y trasladado de forma
ilegal al Ecuador. Ante estos argumentos, se hace necesario que la justicia
ecuatoriana investigue los nexos que ubican a Jarrín en Panamá.
Tomando
como referencia la denuncia de los familiares sobre las huellas de tortura que
presentaba el cadáver de Arturo Jarrín y elementos detallados en el protocolo
de autopsia, realizado un día después del fallecimiento, y que no corresponden
a heridas efectuadas durante un
enfrentamiento armado, se
podría presumir que
Jarrín fue sometido a torturas
previo a su muerte. Pues, su madre afirma que el rostro de Jarrín tenía
moretones y en sus muñecas estaba la señal de las esposas, es decir, Jarrín
estaba a ordenes presuntamente de la Policía Nacional antes de su muerte, ello,
se puede confirmar con el testimonio de Martha Eufemia Jijón Rodríguez, quien
asevera que la persona que fue acribillada en la Plazoleta de Carcelén en la
noche del domingo 26 de octubre de 1986, y, que posteriormente, se revelaría
que se trató de Ricardo Arturo Jarrín por notas de prensa, fue llevada hasta
ese barrio con los brazos hacia abajo por personas que serían
elementos policiales, por lo que
el encuentro fortuito
y posterior enfrentamiento armado
no serían verídicos.
[1]JARRÍN, Arturo, Op.Cit., p. 53
[2]DÁVALOS, Isabel, Documental“AVC del sueño al caos”
[3]Redacción Economía, “Febres-Cordero rompió su silencio” en EL
UNIVERSO, Sección Economía, Guayaquil,
24 de febrero de 1989, p. 2
[4]Comisión de la Verdad Ecuador, Sin verdad no hay justicia. Informe final, Primera
Edición, Quito - Ecuador, 2010, p. 367
[5]Comisión de la Verdad Ecuador, Sin verdad no hay
justicia. Informe final, Primera Edición, Quito - Ecuador, 2010, p. 367
[6]ENRIQUEZ BERMEO, Francisco, Febres Cordero y los
derechos humanos, Editorial El Conejo, Primera edición, Quito, Ecuador,
1988, p. 99-100
[7]Protocolización de
testimonio de Martha Eufemia Jijón Rodríguez, 17 de octubre de 1996, Quito,
Ecuador
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